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martes, 3 de junio de 2008

Reflotar la industria naval

Fuente: Nuestromar

Empresarios y gremialistas del rubro, y técnicos y especialistas universitarios reclaman mayores incentivos estatales para el desarrollo del sector.

Unos lo expusieron con más dramatismo que otros, pero todos coincidieron en el concepto: la industria naval argentina está frente a una oportunidad histórica. O se suma a la bonanza mundial o su futuro, a corto plazo, será nefasto.

Con el viejo lema de que la unión hace la fuerza, instituciones que representan a los diferentes sectores del rubro organizaron la I Jornada para el Desarrollo de la Industria Naval.

"Si no reformulamos el modelo actual, lo que se viene es cargas extranjeras transportadas en barcos extranjeros que se trasbordarán en puertos uruguayos", advirtió Horacio Tettamanti, subsecretario de la Asociación Bonaerense de la Industria Naval.

En el aula magna de la Facultad Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), un centenar de personas relacionadas con la industria, armadores, empresarios del sector y dirigentes gremiales escucharon con atención a los oradores.

Tettamanti es además presidente de SPI Astilleros -uno de los principales del país-, con una infraestructura de servicios en Mar del Plata y en Santa Cruz para la reparación y construcción de distintos artefactos navales.

La empresa firmó recientemente un acuerdo con la Armada Argentina que le permitió poner en valor al astillero Domecq García, en el que construye 16 barcazas que Río Tinto utilizará para transportar minerales, con una inversión de más de diez millones de dólares. Las primeras cuatro están terminadas y el resto deberá estar listo antes de fin de año. El contrato entre la empresa minera y el astillero no tiene precedentes y abre la puerta a nuevas posibilidades de trabajo para el sector.

Pablo Noel, de la Asociación de Astilleros y Talleres Navales Argentinos, reclamó, como el resto de los expositores, "una ley de marina mercante e industria naval que dé sustentabilidad y previsibilidad al sector. Una ley única que reúna al armamento y a la industria, que otorgue incentivos para la renovación de flotas nacionales mediante la incorporación de buques nuevos con independencia de dónde se construyan, para no importar buques usados".

Comentó luego una serie de datos de países y regiones que cuentan con una industria naval desarrollada, gracias a políticas de Estado que alentaron su crecimiento.

Se refirió a la Unión Europea, los Estados Unidos (la Jones Act , por ejemplo, obliga a que toda operación de navegación en ríos interiores, lagos y costera en territorio norteamericano sea realizada por empresas norteamericanas, con embarcaciones construidas en el país), Japón, Corea (ingresó en el mercado internacional a mediados de los 70 y para mediados de los 80 concentraba cerca del 30% del mercado mundial), China y Brasil (que se encuentra "en un planificado proceso de expansión relacionado con la ley del Petróleo, de 1997, y el Plan Navega Brasil, de 2000, que cambió las condiciones del crédito para armadores y astilleros mediante el Fondo de Marina Mercante, al llegar a cubrir hasta un 90% de los montos de la obra, a tasas preferenciales y con plazos de hasta 20 años).

Cayo Ayala (del Sindicato Argentino de Trabajadores Navales) destacó durante su discurso que la "relación madura y de intereses comunes que hay con la patronal" es fundamental como cimiento para el desarrollo futuro de la actividad.

La hidrovía, presente

La hidrovía surgió en varias oportunidades durante la reunión.

Tettamanti sostuvo: "Tenemos que reflexionar sobre qué mercados queremos. El Atlántico sur y la hidrovía son dos ejes en los que tenemos que pensar. Hoy, por la hidrovía, se transportan diez millones de toneladas; en los próximos cinco años, esa cantidad se multiplicará por cuatro".

Noel agregó: "Tenemos vías fluviales ciertas y potenciales que hacen pensar en un corrimiento de la matriz de transporte argentino hacia el sector fluvial. Se achicaría notablemente el costo de fletes para nuestras exportaciones y mejoraría la situación medioambiental, ya que el transporte fluvial consume tres veces menos que el ferrocarril y siete veces menos que el automotor por tonelada, por kilómetro".

En el medio de las dudas y de los temores, un par de datos aportaron una bocanada de oxígeno: mientras hace cinco años los astilleros y talleres navales argentinos daban trabajo a unas 3000 personas, hoy la cifra trepó a más de 10.000, y en el mismo período se verificó un importante aumento del número de estudiantes de la carrera de Ingeniería Naval.

Tettamanti insistió en que, pese a todo, la industria naval argentina "tiene verdaderas posibilidades", que está en un momento histórico debido a la altísima demanda internacional de buques y que "las decisiones que se tomen hoy marcarán los próximos 50 años, razón por la que la dirigencia actual tiene una doble responsabilidad".

César Degaspi, de la UTN, se sumó: "Las circunstancias políticas y económicas actuales generan las condiciones para que esta actividad se inserte en el lugar que le corresponde dentro de la economía, no con un afán de protagonismo, sino por la contribución que puede realizar en la generación de riqueza".

Noel reforzó el concepto: "La mayoría de los países otorga a su política relacionada con la industria naval una importancia capital no sólo por cuestiones estratégicas, sino por tratarse de una industria de punta, multiplicadora e intensiva de mano de obra".

Al término de la jornada, que estuvo organizada por la Cámara de la Industria Naval Argentina, la Cámara de la Industria Naval de Mar del Plata, la Asociación Bonaerense de la Industria Naval, el Sindicato Argentino de Obreros Navales y Servicios de la Industria Naval, el Consejo Promotor de la Industria Naval de Avellaneda y el Departamento de Ingeniería Naval de la Universidad Tecnológica Nacional, hubo acuerdos y promesas. Los sectores representados coincidieron en que habrá encuentros similares próximamente y que es necesario fijar metas y objetivos claros y concretos para superar la etapa inicial de "buenas intenciones".

Por Florencia Carbone
De la Redacción de LA NACION

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