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lunes, 25 de agosto de 2008

La comedia del Puerto de Altura

Tiempo de escribir

Fuente: La Revista Peninsular
Por Armando Escalante Morales

"En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia".- Dr. Lawrence J. Peter (El principio de Peter)

Ahí viene el lobo. Unos creían que el aviso era como el cuento, una falsa advertencia, no hicieron caso y las navieras anuncian que levan anclas e izan velas. Y es que en el caso del puerto de altura como en el de la basura interminable en la costa, los venteros que acosan a los turistas y los taxistas que se pelean por los viajeros delante de ellos, son el cuento de nunca acabar.

Abundan las causas por las que una empresa de cruceros decide dejar de atracar en un puerto. Pero en Progreso –diría yo- sobran motivos para querer irse. Uno de ellos es la falta de profesionalismo entre los servidores públicos que es evidente. Estamos acostumbrados a la falta de entrega y compromiso de muchos funcionarios que, por cualquier excusa, se alejan de la realidad y creen escapar de ella tan solo apagando el celular, alejándose de la crítica y refugiándose en el oscuro mundo de la soledad.

No encontrar a los responsables de alguna oficina, esperarlos en vano en las antesalas, hablarlos por teléfono sin obtener respuesta, y tener que dar veinte vueltas antes de encontrarlos, es el común denominador en el perfil promedio de un mal servidor público. Sin saberlo, cumplen a cabalidad y al pie de la letra lo que se espera de ellos, o cuando menos, se portan como se sospechaba que lo harían: mediocremente.

Si a eso le agregamos los pleitos internos y externos, podemos encontrar una clara respuesta de por qué no se ejerce a cabalidad un presupuesto, o bien por qué no se acaba una obra aunque sea prioritaria. Así estamos con el ya famoso dragado del canal de navegación del puerto de altura que, de nuevo, se levanta como excusa perfecta para crear un falso villano a quién echarle la culpa de todo, cuando la realidad es la suma de varios errores cometidos antes, durante y después de los cambios de gobierno federal y estatal, además del lío por la dirección de la Administración Portuaria Integral.

A todo mundo parece habérsele olvidado que hace un año exactamente, varios políticos andaban peleando por la silla que tenía Alberto Reyes Carrillo –se la dieron el 16 de agosto de 2007-, cuando en esos momentos lo importante era terminar la gestión para que fluyera el dinero para el dragado del dichoso canal por donde pasan los cruceros, que es una especie de carretera delimitada con boyas luminosas para llegar al muelle del puerto de altura a fin de que los enormes barcos con tantas vidas a bordo, no corran el riesgo de arrastrarse en el lecho marino.

El ex secretario de Planeación llegó a la API de Progreso en sustitución de Armando Herrera Avendaño, quien estuvo al frente de ese organismo durante dos años y cinco meses, desde el 14 de marzo de 2005, cuando fue cesado el entonces director, Herman Deutsch Espino. Así empieza la historia que hoy tiene como desenlace nuevos dimes y diretes de parte de pura gente irresponsable. El actual director de la API hereda la bomba que le estalla en las manos y se le culpa por no ejercer un dinero que ni siquiera se le envió.
Nueve meses antes de la llegada del ingeniero Reyes habíamos padecido el cierre del ejercicio de la administración pública federal en noviembre de 2006 y la llegada de un nuevo gobierno –en diciembre- que, por lógica, es motivo suficiente para que dejen de fluir los recursos. La obra se debió autorizar en el gobierno de Vicente Fox y emprenderse bajo la presidencia de Felipe Calderón, precisamente cuando se desarrollaba el último año del gobierno de Patricio Patrón. No se hizo a pesar de que los prestadores de servicio así se lo hicieron ver al que se fue.

Al año siguiente, en vez de concentrarse en que se dragara el canal, muchos se entretuvieron demoliendo la llegada del ex funcionario patricista, en un lío que se sumó a los muchos que marcaron el inicio de la actual administración estatal provocando un duro desgaste para el naciente gobierno y un mal sabor de boca entre ambos bandos, federal y estatal, que hasta hoy han marcado las relaciones con Los Pinos. ¿Y la SCT? Esa dependencia tiene al mismo delegado y no ha dicho esta boca es mía.

Esto sin poder responder a ciencia cierta si el gobierno anterior no se hizo al mismo con las gestiones para conseguir el dinero, sabiendo desde mayo de 2007 que ya no continuaría en el poder. ¿Y si los que se fueron le dijeron a los de México que ya no manden nada? Nunca lo sabremos.

Pero… la falta de efectividad es común en la política. Se debe en buena medida a la formación improvisada que tienen muchos de los que, por azares del destino, llegan a los puestos sin estar preparados en lo más mínimo. La carencia de compromiso no solo es con la gente, sino con ellos mismos porque ni siquiera tienen la humildad de escuchar para enterarse de lo que deben hacer.

El error tradicional que suelen cometer los políticos es no informarse de lo que hicieron sus antecesores, de tal suerte que, en un cambio de gobierno, se cancelen y emprendan nuevas acciones con un mismo objetivo, sin tomar en cuenta lo que ya se haya hecho. Tenemos ejemplos de sobra y en todos los órdenes de gobierno.

Así las cosas, en el patio es más común encontrarnos con todas estas deficiencias por los vaivenes propios del péndulo político, que va de un partido a otro, de lado a lado, sin importarle a nadie que muchas cosas se difieran o se cancelen, y sin que importen todos los esfuerzos que se hayan hecho en una sociedad para darse algo mejor. Este país se inventa cada seis años y Yucatán no está fuera de esa realidad; Mérida tampoco.

La salida de las navieras del puerto de altura es una mala efeméride que empañó el homenaje a Víctor Cervera Pacheco, principal impulsor de ese muelle que hoy, convertido en realidad, es el detonante de buena parte del movimiento económico del Estado. ¿Qué diría de esto el ex gobernador?

Decreto 801. La consulta para saber si se modifica la distancia que hay entre el mar y el límite de construcción de obras y servicios en la zona costera debe respetarse tal y como ya quedó actualmente y no convertirse en lo que se vuelve todo: un lío político entre los que se fueron y los que llegaron.

A lo sumo, creo que la única modificación que se le debe hacer al ordenamiento actual es permitir que futuras obras conserven el mismo alineamiento que tienen las propiedades levantadas con anterioridad; se me hace un tanto absurdo que si alguien no había construido en su terreno frente al mar, ahora deba hacerlo a 60 metros de la orilla, cuando que sus vecinos tienen propiedades a mucha menor distancia. Sería conveniente que los políticos y los empresarios aprendan a respetar a la naturaleza.

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