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lunes, 23 de febrero de 2009

Bolivia y su acceso al mar

Fuente: Diario las Americas
Por Guillermo Cabrera Leiva

En una conversación que sostuve con un funcionario chileno de la OEA, hace algunos años, se me ocurrió decirle ¿Por qué Chile no le devuelve a Bolivia el territorio que le quitó cuando la Guerra del Pacífico?

A esta pregunta me respondió el chileno: “Cuando los Estados Unidos le devuelvan a México el territorio que le quitó en la guerra de 1848, entonces Chile le devolverá a Bolivia su acceso al mar”.

La respuesta implicaba una discusión prolongada y enojosa y preferí cambiar de conversación. Hoy ha resurgido la cuestión, motivada, nada menos, que por una declaración de Fidel Castro, el tirano moribundo que es capaz aún de alborotar el cotarro con cualquier opinión que salga de sus labios.

La cuestión sigue siendo objeto de debate, aunque al presente no se haya agitado lo suficiente. No cabe duda que privar a Bolivia de una zona marítima que formaba parte de su territorio original, como resultado de un conflicto armado con una nación hermana, es algo que motiva una profunda reflexión.

Es curioso que el tema se haya reavivado con la visita de la Presidenta de Chile a Cuba, y que el decrépito tirano, sin consideración alguna a la visitante, haya disparado ese cohete incendiario tan de cerca.

Y es muy curioso, además --y esto no tiene nada que ver con el punto central de este comentario-- que los apellidos de los personajes chilenos que han comentado el asunto inclusive el de la Presidenta, parezcan más bien de políticos ingleses o franceses y no de hispanoamericanos. Por ejemplo, el diputado del partido Unión Demócrata Independiente se llama Felipe Ward, el Vicepresidente del Partido Renovación Nacional se llama Cristián Monckeberg, y el diputado Demócrata Cristiano se llama Patricio Walker. Para colmo, el analista político que se ha destacado en este caso se llama Guillermo Holzmann. El Canciller chileno, que acompañó a la Presidenta Bachelet, se llama Alejandro Foxley y el Vice Canciller se llama Alberto van Klaveren.

Estos señores, lógico, defienden los hechos consumados y la firma del Tratado de 1804 que alteró los límites geográficos de Bolivia, y que como documento firmado y sancionado por ambos gobiernos, es acuerdo irrevocable y definitivo.

Alegan que las declaraciones de Fidel Castro deben tomarse como la opinión de un ciudadano en particular, que no es el Presidente de Cuba y que, por lo tanto, no deben producir inquietud alguna ni provocar litigios ni controversias.

Para los cubanos de la Isla este problema es muy lejano y es totalmente ajeno a la situación que sufre la Isla. Pero para el mundo hispanoamericano, especialmente para los dirigentes del “Socialismo siglo XXI” y sus secuaces, el tema no deja de ser un tropiezo y una cuestión desagradable a todas luces. El mandón venezolano lo pensará dos veces antes de atacar a Chile por haberle cerrado a Bolivia el paso al mar.

Bolivia, con Paraguay, son los dos únicos países del Continente que no poseen litoral marítimo. Los bolivianos alegan que la supresión de la salida al mar le ha sido desventajosa para su desarrollo económico, cosa que niegan los chilenos, señalando que de conformidad con el Tratado de 1904 Bolivia tiene acceso, libre de impuestos, al puerto chileno de Arica y que Chile costeó y construyó el ferrocarril que comunica a Arica con la capital de Bolivia.

Evo Morales, el Presidente de Bolivia, ha recibido con beneplácito las declaraciones de Fidel, y de seguro que estas declaraciones fortalecerán su batalla por la recuperación del litoral perdido.

Dicen las estadísticas que treinta de los 42 países que carecen de litoral marítimo son de los más pobres y menos desarrollados del mundo. El acceso al mar parece ser una ventaja natural para el progreso de un país, aunque esta regla no ha funcionado en el caso de Cuba, cuyas fronteras son totalmente marítimas y, sin embargo, pocos países ofrecen un cuadro de miseria material y moral como el de Cuba.

Fidel Castro considera injusta la supresión de la salida al mar impuesta por Chile a Bolivia. Pero no considera injusta la supresión de las libertades en su propia patria, impuesta por él con todo rigor durante medio siglo.


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