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domingo, 12 de abril de 2009

Un negocio lucrativo y peligroso

Fuente: Página 12
Por Eduardo Febbro

Desde París

Las costas de Somalía son tan peligrosas como lucrativas. El dramático desenlace del rescate del velero francés “Tanit” por parte de un comando de las fuerzas especiales francesas lleva al paroxismo el poder extravagante que detentan varios grupos de piratas. Lanzados en lanchas rápidas y armados con Kalashnikov y lanza roquetas, estos piratas modernos desafían a las potencias militares del mundo. Una flota consistente de barcos de guerra desplegada en aguas del océano Indico no ha podido frenar el flujo creciente de los secuestros de barcos: buques de guerra, destructores, aviones, aviones espías, satélites, fragatas y patrullas marítimas pertenecientes a Rusia, Estados Unidos, India, España, Francia, la Unión Europea, China, India y Japón fueron enviadas bajo mandato del Consejo de Seguridad de la ONU a las costas somalíes con un resultado inverso al esperado: el número de secuestros de barcos y de intentos se multiplicó hasta límites impensables: en los últimos tres meses hubo 60 incidentes contra cerca de 130 en 2008. El negocio de la piratería es proporcional a su incremento en las aguas de un país azotado por la guerra civil, la inestabilidad, la lucha de clanes, la corrupción y los intereses de terceros Estados.

En 2008, la piratería generó un beneficio de 100 millones de dólares. En lo que va de 2009, los piratas ya ganaron 51 millones de dólares con el cobro de rescates. Los piratas son, de hecho, el reflejo marítimo de lo que pasa en tierra. La ONG francesa Médicos sin Fronteras calculó que 25 por ciento de la población somalí vive gracias a la ayuda humanitaria. En un informe de febrero de este año, Médicos sin Fronteras señala que “no existe otro lugar en el mundo donde el desequilibrio entre las necesidades de base de la población y la ayuda humanitaria sea tan desesperante”.

Los piratas mantienen a 260 personas secuestradas y un total de 16 barcos retenidos. Pese al dispositivo de seguridad multinacional, seis barcos fueron secuestrados en la última semana y sólo uno pudo ser liberado en condiciones extremas. Se trata del velero francés “Tanit”, una embarcación privada de 12 metros secuestrada el pasado cuatro de abril y que las fuerzas especiales francesas liberaron en el curso de un operativo que terminó con la muerte del propietario del barco, Florent Lemaçon. El hombre murió durante el tiroteo que estalló en el momento del rescate. El ministro francés de Defensa, Hervé Morin, prometió ayer esclarecer las circunstancias de la muerte y no descartó que el propietario del “Tanit” haya sido alcanzado por una bala de las mismas fuerzas especiales. La imagen de los piratas que presentó ayer el ministro francés difiere de las que se conocían hasta ahora. Los relatos de los secuestrados anteriores evocaban un trato amable, pacífico. Hervé Morin dijo ayer que esta vez fue distinto, que incluso los piratas amenazaron con un arma al hijo de Florent Lemaçon, un niño de tres años.

En esta región del mundo la piratería no tiene nada que ver con los métodos empleados en los años ’90, cuando modestos pescadores desvalijaban los barcos extranjeros que pescaban ilegalmente en aguas somalíes porque el Estado, destruido por los conflictos internos, no existía como tal para proteger las aguas. En 2008, los ataques en el Golfo de Adén alcanzaron porcentajes inéditos en una región por donde transita 12% del comercio mundial y 30% del petróleo bruto del mundo. 130 buques mercantes fueron atacados en 2008, cifra que, según la Oficina Marítima Mundial, representó un alza de más de 200% con relación a 2007. Y los piratas no hicieron diferencia alguna entre grandes y pequeños: en abril de 2008 atacaron el velero de lujo francés “Le Ponant”, con 30 personas a bordo, luego arremetieron contra el petrolero gigante japonés “Takayama” y, en septiembre del año pasado, capturaron el barco ucraniano “Faina”. Este carguero estaba lleno de armas: 33 tanques de asalto, sistemas de defensa antiaérea, lanzamisiles. El barco y su tripulación recién fueron liberados el pasado mes de febrero, luego de 134 días de secuestro y gracias al pago de un sustantivo rescate. La otra acción espectacular fue la captura del petrolero saudí “Syrius Star” –15 de noviembre de 2008–, con dos millones de barriles de bruto a bordo. El barco fue liberado recién en enero de este año, previo pago de una recompensa.

La curva ascendente de la piratería es una paralela trágica de la situación política en un país ingobernable donde la mano de la administración de George W. Bush complicó las soluciones. Los actos de piratería en esa región sólo mermaron en proporciones drásticas a mediados de 2006, es decir, durante los seis meses en que la Unión de Cortes Islámicas controló con bastones de hierro las regiones del norte y del sur de Somalía. Pero la caída de los islamistas duros a mediados de 2006 reactualizó el negocio. El ministro de Relaciones Exteriores del nuevo gobierno provisional, Mohamed Abdullahi Omaar, dijo a la prensa que la piratería “demuestra de forma categórica que este asunto debe ser tratado y resuelto en tierra”. Omaar pertenece al ejecutivo de Sheikh Sharif Ahmed, un islamista moderado que lideró el sector menos extremista de las Cortes Islámicas derrocadas en 2006 por Estados Unidos y su aliado regional, Etiopía. Pero Sheikh Sharif Ahmed tiene aún muchos problemas y poco poder. El nuevo presidente provisional fue elegido en febrero de este año por un Parlamento también provisional. Washington apuesta por él para que frene el avance de la otra pesadilla, la milicia Al Shabab (Juventud). Al Shabab no es sino el brazo armado del ala más extremista de la depuesta Unión de Cortes Islámicas. Estas controlan hoy el sur y la mitad de Mogadiscio, mientras que Sharif Ahmed ejerce su control en el sector norte de Mogadiscio y el centro de Somalía. Por más buques de guerra que despliegue la comunidad internacional, la criminalidad marítima seguirá en pie mientras no se restablezca la autoridad central en Somalía. En este país no hay economía real, ni estado de derecho, ni autoridad marítima, ni siquiera una autoridad terrestre integral. Los piratas del océano Indico son la máscara de la miseria y la violencia que devoran a Somalía costas adentro.

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