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miércoles, 20 de mayo de 2009

Capitán, capitán

Fuente: La Opinión Coruña
Eran, aquellas, hermosas voces: tres chicos y dos chicas preadolescentes, que se hacían llamar La Pandilla y que cantaban a un capitán de madera aquello de "hoy tendrás que navegar; en tu barco de madera...", etc. etc

ANTÓN LUACES La canción me vino a la memoria al hojear las efemérides que publica una institución marinera radicada en Madrid y que hacían mención al aniversario de la creación en España del título de capitán de la Marina Mercante: hoy se cumplen 119 años de tal reconocimiento.

Uno ha tenido la oportunidad de conocer muchos capitanes de la Marina Mercante. En casi todos ellos se conserva el espíritu que les condujo a la mar.

A los miles que militan en el bando de los ahora "terráqueos", fondeados en la bahía de Los Recuerdos, les brillan los ojos con tan sólo mencionar la mar. Y si profundizas en los recuerdos, es fácil que asome en cualquiera de ellos una lágrima al tiempo que desgrana la salmodia de "Qué tiempos aquellos, cuando mandaba el Cabo San Roque, de la Compañía Ibarra"...

Hay un no se qué de nostalgia en todos y cada uno. La mar marca, señala, graba, fija. En los hombros y en las bocamangas de los capitanes de la Marina Mercante quedan huecos, tal vez señales que ni el sol ni el tiempo consiguen borrar. Como tampoco oculta las huellas de las vivencias acumuladas. Incluso en aquellos cuyas libretas navegaron más que ellos, que de todo hay en la mar del Señor.

Son legión los que han optado por pisar donde lo hace el buey y dejar la tablazón en la cubierta, hoy hierro puro. Más que los que están en activo, aunque estos utilicen medios entonces desconocidos. Es la ciencia, que avanza una barbaridad.

Recuerdan sus comienzos en la Escuela de Náutica de A Coruña, una de las más reconocidas en España y la vieja Europa, que es como decir en el mundo. Aquí recalaban estudiantes de muchos lugares de la geografía española y extranjera para comenzar o completar su carrera, iniciada esta a partir de la Reválida de 4º de Bachillerato, lo mismo que ocurría con los entonces estudiantes de Magisterio, físicamente próximos los edificios que albergaban a unos y a otros en las, en aquella época (años 50-60) campas de Riazor, pórtico del hoy populoso barrio de Los Rosales, denominada Ciudad Escolar, a tiro de piedra de la encumbrada Ciudad Jardín...

La mayoría quería ser capitán de la Marina Mercante. Detrás venían los que se encaminaban a Máquinas. Y a distancia, los oficiales radiotelegrafistas.

Los cambios producidos en estos 119 años de historia, de existencia de la titulación de capitán de la Marina Mercante, marcan, sin duda, una carrera que ha ido ampliando la responsabilidad de estos profesionales en muchos casos hechos a sí mismos, labrados a golpe de mar, a pantocazo inmisericorde, con el sextante en la memoria cuando la mar arbola y el ánimo se queda en la sala de derrota...

Una raza extraordinaria la del capitán de la Marina Mercante. Un profesional que tiene a la mar como amiga, pero sin confianzas a pesar del tuteo.

Y es que 119 años de historia dan para mucho. Sobre todo pensando en que esa misma historia se había comenzado a escribir mucho antes, con capitanes cuajados en la regala, tolete a tolete, verga a verga y con callos en las manos a base de tanta estacha. El cuerpo pasaba del coy a la mesana con inusitada rapidez y el gualdrapazo de las velas dejaba sin aire los pensamientos. Siempre había que actuar, hasta alcanzar los galones y la responsabilidad que otorgaban el paso de los años. La historia sabida que fue conformando posteriormente el estilo de una escuela, la de Náutica, que en A Coruña formó a centenares de marinos que, un día, después de muchos de navegación, recibían un título de capitán que remojaban con vino del Priorato en la calle de la Franja, después de unas albóndigas bien sabrosas en Pacovi, donde dejabas de ser grumete a cambio de la propina de una peseta.

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